Sin
duda, el protagonista de esta historia es Eugenio Suárez, fundador y
alma del proyecto.
Vivió retirado en un pueblecito de Asturias, publicando, como el periodista de raza que fue, columnas semanales en su querida La Nueva España, el diario asturiano hasta unos días antes de su muerte, ocurrida el 30 de diciembre de 2014.
Nació en
1919 en Daimiel (Ciudad Real), hijo de un médico y parte de una numerosa familia de 9 hermanos, que pronto se instala en Madrid.
La guerra civil española (1936-1939)
le pilla de cronista en los Juegos Olímpicos de Berlín (1936), a dónde había huido despuñes de ser encarcelado por manifestar sus simpatías con Falange. Apenas un chaval, se compró la camisa azul y los correajes, mas por dar la nota en su casa que por afinidad al partido. En la cárcel se encontró con José Antonio, y le contó estar dispuesto a servir al partido donde este dijera. Jose Antonio le dijo que su sitio estaba en la familia, que hiciera caso a sus padres, y también que había demasiados compañeros en Italia. Eugenio decidió irse a Berlín, sin dinero, sin conocer a nadie y sin hablar el idioma, lo que no le impidió encontrar trabajo de traductor en unas semanas.
Vuelve en una expedción de expatriados españoles, entre los que se encontraban figuras como Antonio Tovar, que viajaban tranquilas pensando que aquel chiquillo sabia manejar armas de fuego y podía portegerles. Eugenio, sobra decirlo no había disparado jamás una, pero aprovecho aquella reputación muy bien. Adquirió entonces una afición a las armas que le duró toda la vida.
LLegan a La Coruña en barco y se integran en el bando franquista. Eugenio hace la guerra por libre, aprovechando su fama de camisa vieja, pasa la mayor parte huyendo de una ciudad a otra y unos bonitos meses en Sevilla, escribiendo para una editorial local dos libros a la semana, junto a su colega y socio perpetuo Jose María Vega. Una novela romántica tipo Corín Tellado, para lo que se inspiran en las publicaciones anteriores de la editorial, cambiando nombres de personajes y ciudades, pero manteniendo tramas y anñécdotas y otra, que le satisfacía mas, narraciones de películas que iban a proyectarse en las siguiente semanas, ilustradas con fotos de las mismas.
Acabada ésta, se alista en
la División Azul, pero no llega a Rusia. Le toca ir a Budapest como
corresponsal del grupo de periódicos del Movimiento, el último año
de la Guerra Mundial, por lo que es uno de los últimos españoles en
la capital húngara ocupada por los nazis. Con veintidós años, y
antes de ir a Hungría, había dirigido Tajo,
un semanario de empresa. Al regresar a España cambia a la redacción
del Madrid, Diario
de la Noche.
Como
tantos profesionales,trabajó de censor y de periodista. Su periódo de censor le dejó marcado para siemrpe: Consistía en revisar los artículos que los responsables de los periódicos llevaban a la oficina y dejaban en un pincho. Su jefe pasaba el dia en el bar y cuando Eugenio le llamó una tarde por tercera vez para preguntarle qué hacia con uno de esos articulos, le dejó clarito que no le volviera a molestar e hiciera lo que creyese conveniente. Toda la prensa de la mañana dependia de un censor de 20 años sin experinecia ni criterio ni instrucciones.
Uno de sus
artículos en ABC
(año 1946) molesta al ministro secretario del Movimiento, José Luis
Arrese, y le sancionan sin poder escribir durante un año. En ese
tiempo funda una empresa de importación y exportación con países
del Oriente Medio que comienzan a independizarse: Líbano, Israel y
Palestina que fracasa inmediatamente.
Vuelve
al periodismo al terminarse la sanción, como redactor del diario
Madrid. En esa condición cubre un crimen que fue sonado, el del
Monchito, un aprendiz de mecánico que necesitaba dinero urgente para
casarse con su novia embarazada, se plantó en casa de su jefe y mató
a su mujer para robarles el que guardaban.
A los periódicos de
entonces les estaba prohibido informar de sucesos. La Dirección
General de Seguridad emitía una nota de prensa que se transcribía
literalmente y que, en general, solo daba cuenta de pequeñeces.
Por
suerte, Eugenio escribió largo y detallado y el texto pasó la censura y tuvo mucha repercusión y le dió
a Suarez la idea de hacer una revista especialilzada. Consiguió que
su único anunciante (una marca de relojes) le adelantara el dinero
de un año y con un amigo, Jose María de Vega, dos fotógrafos y un
dibujante, en el taller del Informaciones, hizo imprimir los 13.0000
ejemplares del primer número, que contaba el crimen de El Plantío y
se vendió como rosquillas. A los tres meses, tiraba 100.000
ejemplares. La revista se autorizó a condición de que no difundiera mas de DOS CRIMENES POR SEMANA. Pronto el censor volvió sobre su decisión y lo limitó a un crimen por semana.
Tambien fue
un negocio fabuloso que le permitió construir lo que ahora se llama
un grupo de prensa, que editó hasta 13 cabeceras diferentes. Algunas
fueron fracasos casi inmediatos, como el deportivo La Bota
o el humorístico El cocodrilo Leopoldo, llamado asi en
honor del cocodrilo que Suárez tuvo de mascota en la redacción de
El Caso mucho tiempo. Otros, como Sábado
Gráfico, se convirtieron en cabeceras de prestigio, con
mucha influencia, grandes firmas, una circulación saneada y muchos
problemas con la censura, que llegó a cerrarla hasta ocho meses.
Eugenio
Suárez fue siempre un tipo enérgico y excéntrico. Su pasado le
permitía enfrentarse de tu a tu con la censura o algún desahogo
como el que tuvo que escuchar el alcalde de Madrid cuando le
prohibió, apenas tres semanas después de aparecida la revista,
escribir sobre un accidente de tranvía que había provocado 60
muertos. ¡Para esto hemos sufrido medio millón de muertos!
El momento mas difícil de su vida se produjo cuando Juan Aparicio, director de prensa del ministerio de propaganda, con un poder infinito, le comunicó que el ministro estaba harto de las protestas que le llegaban de mujeres de ministros y altos cargos y había decidido prohibir su publicación a día siguiente. Eugeno tuvo la ocurrencia de correr al Obispado, prometer, jurar, seducir, etc, hasta convencer al único juez togado de la urgencia del asunto para que le diera la cesura eclesiástica en el momento, un proceso que normalmente llevaba meses. Con el Nihil Obstat se dirigió feliz al ministerio, y Juan Aparicio -que siempre le vió con simpatía- soltó una carcajada. ¡Con la iglesia hemos topado! Si la revista tiene la aprobación eclesiástica, el ministro no se atrevería a suspenderla.
Alfonso
Ussia recuerda como resultó su intentó de mediación entre Antonio
Gala, que había dejado de escribir en Sábado Gráfico y su editor.
Consiguió sentarlos juntos en el despacho caótico y pintoresco del
editor, que nada mas iniciarse la conversación, sacó una pistola
pequeña del escritorio con la que apuntó a Gala, advirtiéndole de
lo que le pasaría si no volvía a la revista. El arma se disparó, o
la disparó, pero solo rompió un jarrón. La secretaria irrumpió
preguntando que había pasado y Eugenio Suárez contesto que
había intentado matar a Gala y había fallado. Margarita Landi
llegó segundos después y cuando vió lo ocurrido dijo ”Si le
hubieras matado, te llevarían detenido, pero esta semana venderíamos
medio millón de ejemplares.” Gala,por supuesto, no volvió a
escribir para él.
El grupo quebró tras una
larga agonia, envuelto en disputas judiciales por el divorcio de su
propietario, caidas en las ventas que afectaron a todas las revistas
de información general. A los 70 años, Eugenio Suárez vió
desaparecer la obra de su vida. El archivo de El Caso desapreció en
esas luchas y no ha vuelto a aparecer.
Suárez
volvió a los inicios, colaborando en la SER, escribiendo en El
Pais, en el diario La Voz de Asturias y La Nueva España.
Publicó un libro de memorias Caso cerrado. Memorias de un
antifranquista arrepentido (Ed. Oberón, 2005). En 2007 la
Fundación Maphre reedita su libro Corresponsal en Budapest
(1945), totalmente agotado. Tiene los premios «Luca de Tena» (1983)
«González-Ruano» (1993) y «Rodríguez Santamaría», de la
Asociación de la Prensa de Madrid (2003).